Aunque no se sabe con certeza, este manuscrito de con música de finales del siglo XV y principios del XVI bien pudo ser el resultado de sucesivos encargos de Isabel la Católica, su yerno Felipe el Hermoso, duque de Borgoña, y de su viuda Juana la Loca, para servir como repertorio básico de la Capilla de Música de la Casa Real Castellana.
Su sede primera fue el Alcazar de Segovia, aunque posteriormente fue prestado a la Catedral de la misma ciudad, en cuyos archivos permanece hasta fecha de hoy. Este dato es importante, ya que al llevar el nombre de cancionero de la catedral de Segovia, puede parecer que es una colección de música destinada al culto, y por tanto de género religioso, y no es así, ya que el Manuscrito de Segovia es un libro de Corte, como hemos dicho más arriba, y su función primera fue la de servir a los usos de la misma, también a los religiosos, y de ahí que en él se encuentren piezas típicas de un libro de iglesia, misas y motetes, además de las profanas, que son mayoría.
Independientemente de su uso original este manuscrito ha servido a los diferentes maestros de capilla de la catedral castellana como fuente de estudio, y sus partituras han sido cantadas y tañidas por numerosas generaciones de cantores y ministriles castellanos.
Al igual que sucede con el Cancionero de Palacio, el Cancionero de Medinaceli, o el Cancionero de Upsala, contemporáneos suyos, la notación es mensural blanca, usada en toda Europa desde mediados del siglo XV hasta comienzos del XVII.
El estilo es marcadamente polifónico, ya se trate de misas, motetes, villancicos o canciones, ya que esta era la moda de la época, lejos ya de la monodía del Gregoriano y aún por venir la homofonía del final del Barroco y Clasicismo.
Otro rasgo importantísimo de este cancionero es que se trata de música en principio vocal, aunque se sabe que algunas de las voces o bien eran dobladas por instrumentos o directamente se tañían y no se cantaban. La reina Isabel la Católica, probable iniciadora de esta colección musical, tenía una capilla de más de 40 músicos, aparte de cantantes constituida por dulzainas, sacabuches, chirimías, trompetas, cornetas, atabales, laúdes, órganos, vihuelas, etc.
Del total de 204 composiciones 74 son piezas latinas. De estas, 48 están basadas en textos litúrgicos referentes a la Misa y 26 son Motetes. El resto son de temática profana y en lengua vernácula: 50 están en francés, 34 en flamenco o neerlandes y 8 en italiano; todas ellas son Canciones de amor profano. Por último, las 38 obras castellanas, así conocidas por estar en este idioma y por una serie de rasgos típicos de escuela, que comentaremos más adelante. Estas 38 obras castellanas pertenecen a la forma canción o villancico.
El estilo es marcadamente polifónico, ya se trate de misas, motetes, villancicos o canciones, ya que esta era la moda de la época, lejos ya de la monodía del Gregoriano y aún por venir la homofonía del final del Barroco y Clasicismo.
Otro rasgo importantísimo de este cancionero es que se trata de música en principio vocal, aunque se sabe que algunas de las voces o bien eran dobladas por instrumentos o directamente se tañían y no se cantaban. La reina Isabel la Católica, probable iniciadora de esta colección musical, tenía una capilla de más de 40 músicos, aparte de cantantes constituida por dulzainas, sacabuches, chirimías, trompetas, cornetas, atabales, laúdes, órganos, vihuelas, etc.
Del total de 204 composiciones 74 son piezas latinas. De estas, 48 están basadas en textos litúrgicos referentes a la Misa y 26 son Motetes. El resto son de temática profana y en lengua vernácula: 50 están en francés, 34 en flamenco o neerlandes y 8 en italiano; todas ellas son Canciones de amor profano. Por último, las 38 obras castellanas, así conocidas por estar en este idioma y por una serie de rasgos típicos de escuela, que comentaremos más adelante. Estas 38 obras castellanas pertenecen a la forma canción o villancico.
Pero ante todo el Cancionero de Segovia es una soberbia antología de la música franco-flamenca. Este estilo, que prevaleció en Europa desde 1420 hasta bien entrado el siglo XVI, tiene tres épocas bien diferenciadas: La primera, comprendida entre 1420 y 1460, está representada por el maestro de maestros Guillaume Dufay. La segunda entre 1460 y 1490, la constituyen compositores como Busnois, Tinctoris...Pero sobre todo Johannes Ockeghem. Y la tercera, que va desde 1490 a 1520 y a la que pertenecen nombres como Jacobus Obrecht, Josquin Desprez, Heinrich Isaak, etc.
No todos los compositores son franco-flamencos, pero sí los mejor representados en esta colección de música polifónica, y todos ellos pertenecientes a esta última generación, lo que da una idea de la modernidad de la corte castellana, al estar a la última en cuanto a creación musical europea. Esto se explica en parte por el hecho de que Felipe el Hermoso era flamenco, y al desposarse con Juana la Loca se trajo consigo, no solo a los músicos de su tierra, sino también la música que allí estaba de moda.